
Hoy cambiamos de movimiento literario, y nos introducimos en el fantasioso mundo del realismo con “Pepita Jiménez”, del escritor español Juan Valera.
Esta obra está dividida en tres partes que comentaremos a continuación, pero antes vamos a ponernos en situación, que más que realismo parece un adelanto de The Dark. Resulta que un seminarista, Luis de Vargas, está rayado porque se ha enamorado de una chavala viuda y millonaria, Pepita Jiménez.
La primera parte de la obra, “Cartas de mi sobrino”, se centra en las cartas que Luis le envía a su tío, en las que le cuenta que se está enamorando de Pepita. Tampoco había que ser muy inteligente para descifrarlo XD.
El tema es que es un seminarista, cosa que no es muy compatible con los enamoramientos, pero bueno, él está con la oxitocina por las nubes, y por ello, sus cartas recuerdan a la escritura típica renacentista; Pepita es la perfección en carne y hueso. Será una Oda a Garcilaso o algo así. El pobre Luis entra en un conflicto interno, más o menos como yo cuando tuve que elegir carrera, porque tiene que escoger entre amar al señor invisible o a Pepita.
La segunda parte, “Paralipómenos” me hace mucha gracia, porque Pepita pasa de ser una personificación de Afrodita a una simple y común humana. Mmm, sospechoso, ¿no? ¿Y si ya no es Luis el que está escribiendo? ¿Y si ha escogido a Dios y se está autoconvenciendo de que no está enamorado? Y si, y si… A ver, que no, que Valera era un gracioso y nos quería liar, ¿ahora pillas lo de The dark? Yo qué sé, se pensaría que podría ser más cómico que Lope de Vega. Le pareció divertido cambiar de narrador, pero ni siquiera nos dijo quien es ese fantasma cotilla que se atreve a manipular una historia de amor taaaaan bonita. Pero ojo, que también tenemos al señor Don Pedro, padre de Luis, y al Deán (tío de Luis), que se toman la licencia de escribir dos cartas dentro de esta segunda parte de la obra. Entonces hay tres narradores, el padre aburrido, el tío cansino y el fantasma que se entera de todo sin saber cómo, tipo cena de Nochebuena.
La tercera parte, “Cartas de mi hermano”, representa la típica relación idílica entre dos hermanos. ¿No tendrán otro tema de conversación que el pobre Luis? Tranquilo, yo te comprendo. Creo que no hay nada peor que escuchar a tu madre hablar por teléfono con su hermana siendo tú el tema de conversación. Yo por lo menos me quedo con cara de circunstancia, o sea, yo también tengo un dispositivo electrónico que recibe llamadas, así como dato a tener en cuenta, pero bueno, si vais a hablar de mí al menos esperad a que no esté delante, porque es más incómodo que otra cosa, y que yo sepa, tenéis una vida, ¿POR QUÉ HABLÁIS DE MIS DRAMAS? Hablad de los vuestros. (Inserta emoji llorando de forma irónica).

Ahora que nos hemos enterado, podemos empezar con el salseo.
A mí me parecen un poco ridículas las dudas de Luis, o sea, ¿de verdad se plantea que es mejor una creencia que una persona real? Llego a ser la tal Pepita y le mando de viaje.
Hasta que punto llegó esta obsesión por el Padre Supremo que era tema de debate el escoger a otro ser humano por encima de él. Veámoslo así, tú quieres a Dios, pero ¿Dios sabe que existes?¿Te crees lo suficientemente especial como para que algo a lo que recurre tanta gente te haga caso? Deja de creerte una estrella del cine y baja a la Tierra. Una persona que te quiere, como Pepita, te dará cosas reales, y no hablo de lo material, hablo del respeto, el apoyo, los consejos, cosas que lo llamado “Fe” no puede darte, por mucho que quieras creer lo contrario. Si miento, que baje Dios y lo vea. (Spoiler: nunca bajó).
Una vez más se demuestra que la religión ha estado por encima de la propia humanidad, un ser que no se ha pronunciado jamás, que no ha podido demostrarse su veracidad, ha estado por encima de todo y de tod@s, y somos tan tont@s que todavía nos arrodillamos como si estuviéramos en la Edad Media, pensando que un rayo de luz celestial va a iluminarnos el coco. Todavía nos tenemos que santiguar cuando entramos a una Iglesia que se construyó hace 80000 siglos, cuando los pensamientos y creencias eran mucho más extremistas que ahora, o sea, que continuamos utilizando los mismos edificios en los que se adoctrinaba a la población analfabeta, en los que no había espacio para el pensamiento crítico, donde la gente acudía por miedo a las represalias.
Yo veo estas construcciones como parte de la historia del arte, algo que hay que conservar por su valor histórico, pero no creo que sea necesario utilizarlas para lo que se utilizan, pues lo veo como una falta de respeto a todas esas personas que fueron condenadas a la hoguera, a aquellas que no pudieron pensar libremente, que fueron adoctrinadas y manipuladas, que fueron infelices, creyendo que debían sufrir en vida para llegar a un mundo genial y maravilloso después de palmarla.
Es imposible eliminar la doctrina religiosa por motivos evidentes, pero las grandes edificaciones que se construyeron en contextos muy diferentes a los actuales deberían utilizarse para el estudio y para nutrir de cultura a la población. Ya que un gran número de personas sigue practicando el culto, se podrían construir nuevos espacios en el contexto actual para ello. Y no, no es difícil, si los egipcios construyeron pirámides gigantes sin medios, nosotr@s podemos construir un espacio para el culto.

“Retrato del Papa Inocencio X”, Diego Velázquez.
Dejando mis ideales a un lado, tengo que decir que me ha gustado mucho la estructura de la obra, y sobre todo la idea de los narradores, y es que me parece súper complicado redactar con esos cambios; contar algo que estás viviendo en primera persona y que después alguien que está viendo lo que te está pasando lo complete es muy lioso para el lector, pero muy ingenioso por parte del autor.
Más escritores y escritoras tendrían que haber seguido los pasos de Valera, que dio su propia personalidad al Realismo, siendo uno de los escritores más idealistas de este movimiento. Una muestra de que seguir las normas establecidas no siempre es la mejor opción, pues Pepita Jiménez nunca habría sido lo que es si su autor no hubiera tomado la iniciativa de “personalizar” ciertos aspectos de la novela realista.